La noche del martes 15 de abril de 2025 en el Hernán Ramírez Villegas fue la primera victoria en casa de la era Rafael Dudamel, y vaya que se sintió especial. El Deportivo Pereira volvió a sonreír ante su gente, y esa sonrisa se pareció mucho a una esperanza que empieza a tomar forma.
Desde el arribo del bus al estadio se sintió que algo distinto se cocinaba. Dudamel, con la seriedad de un estratega y el corazón de un padre, saludó uno a uno a sus jugadores al bajarse del bus. Un gesto que habla de conexión, de respeto, de liderazgo. Y esos pequeños detalles terminan pesando en la cancha.
Allí, entre las gradas teñidas de aurirrojo, su esposa e hijos lucían con orgullo la camiseta del equipo, compartiendo el sentimiento de un pueblo que quiere volver a soñar. Su presencia fue más que simbólica: fue un mensaje de unión, de compromiso familiar, de respaldo total.
Y como si la energía fluyera perfecta entre la tribuna y el césped, jugadores como Santiago Aguilar y Samy Merheg respondieron con creces a la confianza que el “Míster” les ha depositado. Corrieron, lucharon y sudaron como se anunció durante la presentación del Mister la semana pasada.
Entre los momentos más emotivos, el regreso al gol de Darwin, no dudó en correr hacia la tribuna oriental y abrazarse con su hijo en una escena que puso la piel de gallina. El fútbol también es esto: familia, emoción, redención.
La hinchada, la ciudad, los jugadores, el Deportivo Pereira… y nosotros, los periodistas, volvemos a ilusionarnos.
La alegría de esta primera noche en la querendona, trasnochadora y morena fue éxtasis puro. Una fiesta total, tejida por los hilos de un capitán/chofer que empieza a timonear este barco —y a conducir este bus— llamado Deportivo Pereira.
Dudamel ya dejó su huella, y si este es apenas el comienzo… el final puede ser glorioso.