Desde cuando abrimos los ojos en la mañana y a lo largo de nuestra rutina diaria, la inteligencia artificial (IA) se ha entrelazado de manera tan sutil como omnipresente. Muy lejos de ser una tecnología extraña o representada en robots antropomórficos o supercomputadores, la IA en realidad trabaja en forma de pequeños algoritmos en las herramientas digitales que consultamos instintivamente, en los servicios que facilitan nuestras comunicaciones y en las plataformas que moldean nuestro acceso a la información y el entretenimiento.
Al desbloquear la pantalla del celular en la madrugada, sistemas de reconocimiento facial o de huellas dactilares, basados en algoritmos de aprendizaje automático, verifican nuestra identidad con precisión asombrosa. Sistemas Android como los de Samsung con Galaxy AI o iPhone con Apple Intelligence aprenden de cada movimiento, consulta, dato, correo, mensaje o acción que hagamos, para ‘acomodar’ las funciones y aplicaciones según nuestro perfil.
Al revisar el correo electrónico, la bandeja de entrada se presenta organizada, filtrando automáticamente los mensajes no deseados a la carpeta de spam. Incluso las plataformas de Gmail y Office 365 incluyen ya funciones que son capaces de ‘entender’ una cadena de mensajes y sus elementos adjuntos, para crear respuestas predeterminadas con IA, además de ayudarnos a crear documentos o mensajes personalizados.
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Crédito: EL TIEMPO